jueves, 21 de enero de 2010

ROMA: UNA APROXIMACIÓN A LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA


La casa de Cultura de Chiclana (Calle Nueva, 20) acoge estos días una exposición sobre la Roma clásica, que viene acompañada de un ciclo de conferencias, representaciones teatrales y proyección de películas.
Mi conferencia, "Roma renacida: hacia una interpretación de los ideales estéticos clásicos en el siglo XXI" se adelanta al viernes 29 de enero, a las 19:30.

miércoles, 20 de enero de 2010

MEZZANINE: NOTAS SOBRE LA FILOLOGÍA HISPÁNICA Y LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA CASTELLANA Y SU LITERATURA EN SECUNDARIA

Para sorpresa de muchos, los licenciados en filología hispánica no somos, por lo general, filólogos. El arte y práctica de la filología (según el DRAE "ciencia que estudia una cultura tal como se manifiesta en su lengua y en su literatura, principalmente a través de los textos escritos") nos resulta vagamente familiar, a pesar de que el curso de asignaturas y lecciones discurre por otros derroteros. En relación al hecho literario, la filología no es el único método "científico" (ni el mejor, por descontado) de aproximarse a él; existén también los comparatistas, teóricos de la literatura y críticos literarios. Los buenos lectores, abundantes en número, no son menos importantes.
Las limitaciones de la filología a la hora de abordar el hecho literario no pueden pasar desapercibidos para nadie: somos responsables de nuestra ignorancia. Obcecada en segregar, en analizar parcialmente, sólo responde a la preocupación por lo escrito en una determinada lengua; obviando las múltiples relaciones de solidaridad que se establecen entre obras procedentes de tradiciones distintas. Ya sabemos del interés de los escritores del "boom hispanoamericano" por la generación perdida (con Faulkner a la cabeza), o por el nouveau roman (sí, Alain Robbe-Grillet, Nathalie Sarraute...). Sirva como ejemplo.
¿Y qué nos han enseñado, pues, durante 4 ó 5 años en la Facultad de Filosofía y Letras [de Cádiz, aunque pensándolo mejor, de casi cualquier otra]? Pues nos han enseñado lengua, por una parte, y por otra, literatura. La filología gravita como un fantasma en torno a unos cuantos privilegiados; los demás, los que hemos aprendido la lengua por una parte y la literatura por otra, terminaremos opositando a profesores de lengua y literatura de enseñanza secundaria. Que no es ni mejor ni peor que ser filólogo, ni más menos. Es otra cosa, simplemente. El hecho de ignorar algo tan obvio puede generar problemas.
¿Cómo vamos a enseñar la literatura en enseñanza secundaria? ¿Repitiéndonos cada mañana que somos filólogos, y que el conocimiento de la literatura se reduce a la transmisión de un cánon, de un corpus literario que destaca 2 ó 3 obras de cada período, y todas ellas en la misma lengua [el castellano] en este caso? ¿Lo haremos sin plantearnos quién ha confeccionado ese cánon y con qué intenciones? ¿Mutilaremos las incontables relaciones que se establecen con obras escritas en otras lenguas? ¿Echaremos mano del método historicista, abundante en datos, biografías, tendencias, veleidades eruditas ajenas al mundo de los adolescentes, y a la propia literatura a partir de la que se han generado? ¿Pondremos el grito en el cielo cuando algún otro colega arroje un punto de vista distinto, sobre una cuestión que por principio debe ser controvertible?
¿Llegaremos a entender que la literatura es un poderoso instrumento ideológico? ¿Que la lectura no es una actividad inocua, ni inocente, ni ingenua? ¿Que detrás de cada libro y cada perspectiva que lo ha abordado hay un ¿por qué?, una cuestión de necesidad? ¿Que como profesores estamos llamados a intentar hacer accesible a todos nuestros alumnos el placer de la lectura, de entender lo ausente, lo que no está, lo que no vemos?
La literatura [o la cultura literaria, en su defecto] no es algo estático, no es un cánon de treinta obras que todo alumno debe conocer, no se pasa de profesores a alumnos a través de unos apuntes manuscritos, amarillentos y rancios. No es así de simple. No consiste en obligar a nadie a leer La Regenta, ni a conocer el número exacto de versos del Cantar de Mio Cid, ni la tripartición propuesta por Menéndez Pidal. Se trata de que aprendan a leer con auténtica delectación, de enseñarles a elegir libremente y a saber las consecuencias de dicha elección. Que aprendan a reflexionar, a pensar, a argumentar, a través de la literatura sí, pero no sólo sobre la literatura. De manera que el día que visiten el Centro Pompidou, o la Tate Modern, ninguno suelte un "¿y eso es arte? Pues también lo hago yo".

domingo, 3 de enero de 2010

LAS PULSERAS SUENAN CUANDO SON DOS

EPISODIO 004
EL AROMA DE SU CUERPO ABRE UN MILLÓN DE OJOS EN LA NOCHE

Me llevé a Rickie a casa, por descontado. De los cuarenta minutos a pie que más o menos debió durar el trayecto recuerdo muy poco o nada, tal vez la satisfacción que me embargó, y que sentía crecer a medida que hablábamos, al ver que Rickie no fingía la ingenuidad de creerse que íbamos a cualquier otra parte, a alguna concurrida fiesta en el Bahía Bodega, como habíamos comentado en el Triple XXX. En cambio, ignoro hasta que punto era yo consciente de que aquella noche acabaríamos enredados en las sábanas de la cama de mi hermana, en parte porque todavía me gusta tontear con la idea de que Rickie era alguien razonablemente inexperto, y cándido. Seguramente, todas sus expectativas se verían colmadas al imaginar un beso en el portal de su casa -no vivía lejos de donde mis padres-, tal vez un magreo corto y un intercambio de números de móvil, con el timbre de un último mensaje retumbando entre las paredes de mi imaginación.


El timbre del teléfono comenzó a sonar cuando yo estaba a punto de abrir la puerta de mi casa. Entramos y me precipité hacia la mesita del teléfono, por temor a que despertase a mis padres, o intuyendo más bien alguna otra mala noticia -¿alguien en su sano juicio llamaría a las cinco de la madrugada para hablar de cualquier otra cosa?-. La luz del salón estaba encendida, y mi padre dormido en el sillón frente al televisor. Una breve nota sobre mi hábitat: procedo de una familia completamente normal, y en aquel entonces andaba empeñado en hacer de esto una auténtica tragedia. Descolgué el auricular:

-¡Álvar! -gimoteó Beatriz, la madre de Leo- Sabía que eras tú.

-Pero Beatriz, qué horas son éstas... -dije, antes de interrumpirme para intentar descifrar qué era todo el ruido que se oía al otro lado del teléfono.

-Ahora se ha puesto a decir que no fue sólo él, ¿qué vamos a hacer? El forense ha corroborado esta posibilidad, ya sabes que su adn no coincide del todo con lo que encontraron en el cuerpo de mi hijo...

Beatriz se refería a que la policía científica había probado que en el acto se vieron involucradas al menos dos personas, a juzgar por esta suerte de evidencias.

-¿Y ahora qué hacemos? ¡Yo no puedo más! -y de repente se oyó un rumor acuoso junto a Beatriz, insistente y molesto. Y su voz cambió de tono- ¿Ya te vas Victorina? ¿Y lo haces así, sin más, sin despedirte de mi, sin darme un beso? Qué mala que eres, ¿eh? Álvar, seguimos luego.

Y colgó. Para entonces mi padre se había levantado del sillón y farfullando cosas ininteligibles con su boca pastosa -según me comentó luego Rickie- se marchó a su cama arrastrando las babuchas. Yo había comenzado a temblar ligeramente, ante la expectativa de irme a la cama con Rickie y con Leo, sabiendo que éste último estaría tan presente que su cuerpo, tendido de costado, sería tangible bajo la sábana. Y Rickie y yo nos echaríamos una última mirada de estupefacción, antes de que éste se alejara de mí y de aquel cuarto.

Nada de esto ocurrió. Rickie no estaba dispuesto a desperdiciar el poco tiempo que le quedaba -pues debía regresar a su cueva antes de que amaneciese, por cuestiones obvias-, así que me agarró de la mano y dejé que me condujese a través del pasillo al primer cuarto que encontró (que resultó ser el de mi hermana, que pasaba la noche en una fiesta de pijamas en casa de alguien). Lo que ocurrió bajo la pila de ropa arrojada despreocupadamente sobre aquel catre ya os lo podeis imaginar, forma parte de esta historia y no tiene nada cuya originalidad obligase a relatarlo detalladamente. Inauguró, eso sí, una de las relaciones más turbias y movidas de cuantas he tenido hasta ahora, pero eso sí que es otra historia...